Apple vs. Samsung: todo sobre la guerra de patentes, en cinco disparos desde la trinchera

Un grupo de ciudadanos anónimos reunidos en un tribunal federal de San José (en el área de Silicon Valley, en California) tienen en sus manos la decisión que puede dar un giro de 180 grados al mercado de las tabletas, los móviles inteligentes y, por extensión, a todo el actual escenario tecnológico. ¿Para bien? ¿Para mal? Eso depende del resultado final y de la trinchera desde la que dispare cada uno.



Los contendientes, Apple y Samsung, son bien conocidos, y también sus principales armas en esta batalla. La firma de la manzana mordida acusa a los coreanos de “copiar” buena parte de sus productos, infringiendo así un sinfín de patentes de la compañía. Samsung contraargumenta: tal vez Steve Jobs y los suyos fueran unos genios de la innovación, pero sus diseños partieron, como sucede en cualquier industria, de las ideas que otros desarrollaron previamente. Háganse esta pregunta, porque es en suma la que tendrá que formularse el jurado: ¿es posible crear algo de la nada, sin basarse en un concepto preexistente?
A eso se reducen las cientos de preguntas que contiene el cuestionario a través del cual los miembros del jurado darán su veredicto. Su labor es minuciosa: decidirán patente por patente, producto por producto, en qué detalles Apple y Samsung cruzaron la frontera e infringieron la propiedad intelectual de su rival.
Podría parecer que esto no es más que uno de tantos juicios por infracción de patentes entre los fabricantes del ecosistema Android y la todopoderosa Apple, la firma con mayor capitalización bursátil de la historia. Pero es eso, que no es poco, y mucho más, porque todo lo anterior ha sido un ensayo. Hasta ahora han jugado la partida sobre el tablero, logrando pequeñas conquistas, pero es en esta batalla donde los ejércitos de abogados de ambos contendientes han desplegado todos sus efectivos, conscientes de que están en juego enormes sumas de dinero, gran parte de la imagen de su empresa y, lo que es mil veces más importante, el liderato en un sector estratégico de la economía: la informática en movilidad.
Samsung fue el mayor fan del iPhone”
Una de esas frases redondas que sacarían brillo al guión de una futura película sobre esta jugosa batalla judicial. La pronunció el abogado de Apple, Harold McElhinny, como parte de dos horas de alegato final en las que trató de dejar claro que la “impresión visual global” de los dispositivos de la serie Galaxy es notablemente similar a la de los productos con el logo de la manzana.
Para probarlo, esgrimió una serie de documentos internos de Samsung que desvelan modificaciones intencionadas de los terminales de la firma coreana para asimilarlos en diseño, interfaz y experiencia de uso a los de Apple. Otra pista, según McElhinny, es el tiempo: Steve Jobs y los suyos tardaron cinco años en tener listo el primer iPhone, mientras que Samsung pudo lanzar al mercado su primer teléfono inteligente, el Galaxy S, en solo tres meses.
“En esos tres meses, Samsung fue capaz de copiar e incorporar cuatro años de inversión, trabajo artesanal e ingenio de Apple, sin afrontar riesgo alguno porque estaban copiando el producto más exitoso del mundo”.
Apple intenta impedir que su más serio competidor pueda siquiera estar en el juego”
Fuego cruzado. Cada contendiente acusa al otro de haber llevado a cabo prácticas anticompetitivas y tal vez ambos, o ninguno, tenga razón. Para Samsung, y así lo puso de manifiesto su abogado Charles Verhoeven en su alegato final, “la verdadera razón por la que Apple ha iniciado este caso es que prefiere competir en los tribunales que hacerlo en el mercado”.
Los de Cupertino tienen un enorme arsenal de armas en forma de patentes y los coreanos les acusan de usarlas para invadir mercados y derrocar competidores. Si alguien se interpone en su camino, lo llevan a los tribunales. La consecuencia es, según Verhoeven, que una victoria de Apple en este litigio convertiría la industria tecnológica en una oligarquía de “conglomerados gigantes, armados con arsenales de patentes, que bloquean la competencia y reducen la elección para el consumidor”.
Samsung, eso sí, no niega que exista un parecido entre sus productos y los de Apple. Simplemente no los considera una copia, sino el resultado de la lógica de mercado en la que “toda gran compañía tecnológica se ajusta para ser competitiva”. Y tiró de papeles para demostrar que los de Cupertino también están pendientes de lo que los demás hacen, recordando al jurado que considera violada una patente de Samsung en relación con las redes 3G.
El valor de las patentes no volverá a ser el mismo
“La decisión que tienen que tomar es muy importante”, dijo Verhoeven al jurado. “Podria cambiar la forma en que la competencia funciona en este país”. En esto, probablemente, la mayoría están de acuerdo, pues se suben al ring dos visiones muy distintas del concepto de innovación tecnológica. Apple defiende la propiedad intelectual del creador, que ha derramado sudor y lágrimas para dar con una idea que los demás no tienen derecho a usar sin abonar una licencia. Samsung defiende la innovación en su sentido más competitivo: centrémonos en hacer buenos productos y dejemos que el comprador tenga la última palabra.
Ambas tienen, por supuesto, sus 'pros' y sus 'contras', pero solo una saldrá reforzada tras el veredicto del jurado. Si es la de Apple, las cosas cambiarán y mucho en Silicon Valley. Hasta ahora la velocidad con la que se mueve la industria tecnológica ha restado poder a las patentes, que son fáciles de registrar y se acumulan, pero suelen surtir escaso efecto práctico. Un solo teléfono móvil puede utilizar conceptos de hasta 250.000 patentes distintas y el fabricante tiene obligación de pagar por aquellas que no le pertenecen.
Es precisamente en ese punto donde pueden producirse los mayores cambios. Si Apple gana, las empresas grandes tendrán un flamante as en la manga a la hora de sentarse a negociar sus licencias, y podrán cobrarlas más caras o guardarse la exclusiva con mayores garantías de que nadie intentará robarla. Si gana Samsung, los más beneficiados son los pequeños peces que podrán incluir en sus inventos tecnologías de uso común sin preocuparse de si una multinacional registró unos años antes una idea parecida.
Como dicen los expertos, es fácil conseguir una patente, pero no tiene valor hasta que se lo da un jurado.
Un rectángulo de color negro... ¡Quieto! Eso ya lo ha registrado otro
Hay elementos que, hoy en día, forman parte de la propia definición de dispositivo móvil. La mayoría son rectangulares y negros y, salvo casos minoritarios, todos comparten una serie de funciones como hacer scroll o señalar con el dedo para seleccionar. Son cosas que todos esperamos cuando vamos a comprar una tableta o un teléfono inteligente. Seguramente nos quedaríamos fríos si no estuvieran.
Incluso en esto hubo un primero. Alguien que pensó en primer lugar que el diseño o las funcionalidades debían ser así. Y luego los demás lo copiaron. Sí, sí, lo copiaron. Como muchos terminales de la competencia copiaron el teclado de la BlackBerry en los años dorados del móvil para ejecutivos. Las empresas estudian el mercado, detectan tendencias y las siguen.
Es innegable que pocas empresas son tan revolucionarias como la Apple. Pocas consiguen crear una necesidad en los consumidores con tan asombrosa facilidad. Pero además de la BlackBerry podríamos poner otros ejemplos. El Galaxy Note, de Samsung, ha introducido el concepto de 'phablet', mitad tableta, mitad teléfono. Y las tabletas de 7 pulgadas no fueron la apuesta de Steve Jobs, aunque ahora los rumores apunten a que su sucesor presentará en septiembre un iPad Mini. ¿Será, si finalmente sale al mercado, una copia de un producto anterior?
Una victoria de Apple podría afectar a este ciclo y poner el énfasis en la protección del primero, del innovador. Parece justo. O, si lo miras desde otro ángulo, no lo parece. ¿Cuántas empresas tienen el dinero que los de Cupertino dedican a investigación?
Los usuarios siempre pierden
Un debate como este no es apto para 'fanboys' de Apple o entusiastas de Android. Se necesita un poco de perspectiva para ver que, gane quien gane, si es que alguien puede considerarse ganador, siempre serán los mismos los que saldrán perdiendo: los consumidores.
Si el veredicto del jurado no resulta favorable a Samsung, la juez (que ya ha fallado en dos juicios anteriores a favor de Apple) podrá decretar la prohibición sobre las ventas de un buen número de sus productos más famosos. Es cierto que son modelos antiguos, que acabarían retirando del mercado igualmente, pero saldrían por la puerta de atrás y con urgencia, seguramente perdiendo por el camino las actualizaciones y el soporte técnico que merece el usuario final.
Además al perdedor (¿o a ninguno? ¿o tal vez a los dos?) le tocará pagar una cifra con muchos ceros a su contrincante. ¿Y quién creéis que pagará el pato? ¿Dónde repercutirán esos costes? Por supuesto, en el consumidor, el gran perdedor de este juicio antes incluso de que se conozca la sentencia.
Una cuestión de dinero
Esta puñalada de Apple va directa al bolsillo de Samsung, y ya veremos si no acaba dejando un agujero por el que se escapen miles de millones de dólares. Los de Cupertino afirman que más de la cuarta parte de los 30.400 millones de dólares que la firma coreana ha amasado vendiendo móviles y tabletas en los Estados Unidos es resultado de copiar el iPhone y el iPad e infringir una larga lista de patentes.
Así que los de la manzana mordida reclaman una indemnización de 2.750 millones, los que estiman que podrían haber ganado si Samsung no hubiera obrado de forma “desleal”. El fabricante coreano trató de desarmar esa teoría ante el jurado, explicando que entre julio y octubre de 2010 Apple tuvo serios problemas para cubrir la demanda del iPhone 4. Y se preguntan: aceptando que sus ventas se hubieran disparado dejando fuera de juego a su principal competidor, ¿hubieran podido los de Steve Jobs hacer frente a una demanda todavía más alta?
Tomado de:
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